Expurgando

Aunque no lo parezca, no sólo de arquear la ceja vive el bibliotecario. Hay una parte del trabajo, la catalogación, que tiene lugar en el rincón más oscuro y oculto de la biblioteca. Otra parte del trabajo interno nos obliga a cerrar la biblioteca y, por tanto, a dejar sin aire acondicionado a nuestros estimadísimos usuarios. Se trata del expurgo, y consiste en que los bibliotecarios inspeccionan cuidadosamente todos los libros y analizan si deben continuar en la biblioteca o ser aniquilados, para ir haciendo sitio a los miles de libros que luego ocuparán su lugar; ya se sabe que las bibliotecas cuentan con un gran presupuesto que les permite estar en continua actualización. Nada de malabarismos económicos, gracias a nuestros políticos, que saben reconocer la importancia de las bibliotecas. Como decía, pues, el expurgo es esencial y debe llevarse a cabo meticulosamente, buscando los criterios más óptimos para deshacernos de toda esa basura en forma de donaciones que se ha ido acumulando a lo largo del año y de aquellos libros viejos y obsoletos que sólo hacen que adornar la estantería. Es difícil, complicado, confuso y exige responsabilidad y seriedad. Os aseguro que no es nada divertido tener que pasarse el rato leyendo libros, mientras los usuarios están en la calle pasando calor. Es un horrible cargo de conciencia. Pero hay que hacerlo, hay que ser fuertes.



 

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